[El señor Rueda tenía un programa radiofónico de cine, al que llamaban los oyentes para charlar, tanto de pelis, como de todo lo divino y humano. El señor Salas hacía comentarios y críticas de los estrenos teatrales.]
—Buenas noches, señor Salas.
—Muy buenas, señor Rgüeda. Aquí estamos, al pie del micrgófono.
—¿Para despotricar contra...?
—Pues contrga nadie. Hoy vengo, señor Rgüeda, completamente fascinado después de la magnífica función que acabo de prgesenciar. Se trgata, ni más ni menos, que de una vergsión de La vida es sueño a cagrgo de una compañía de orgigen zulú que ha venido por estos pagos con motivo del Festival de Otoño. La vergsión está interprgetada por nativos negros de una trgibu semisalvaje de caníbales africanos. La pureza del tejsto castellano creado por Calderón, desde luego, se pierde; lo que llega a nuestrgos incrgédulos oídos no es sino una cadena inconexa de sonidos guturales, propia del habla de esas ejstrgañas gentes. Pero si el tejsto se nos escatima, en cambio se nos devuelve en toda su pureza y autenticidad el significado de la obrga, toda la prgoblemática calderoniana que llevábamos siglos ignorando o malentendiendo aquí. Pues han tenido que ser estos zulús quienes han tenido que venir a ejsplicarnos a nuestrgo clásico y a enmendargnos la plana una vez más, señor Rgüeda.
—Bueno, bueno, señor Salas, si usted lo dice... Pero mire que a mí eso de los zulús... Vamos, que no le veo demasiado glamour a la cosa.
—Hombrge, el espectáculo se inspira en una concepción vanguargdista y a la vez prgimitivista de la escena, pues, como acabo de decir, los actores son indígenas sacados de la selva ejs-profeso para la función. En suma, un espectáculo que, prgescindiendo de Calderón por medio, es cuando menos curioso de contemplar. ¡Ah, y una advergtencia! Los negrgitos, se rgumorgea, eligen a un espectador de entrge el público para merendárgselo trgas la rgeprgesentación. Yo invité a mi suegrga, pero no hubo suergte.
Escrito por niki & Alan
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