Carl Marr
(1)
Un respetable concejal de Oxford, Mr. Tawney, estaba tan fascinado con Robinson Crusoe que solía leerlo entero cada año; y creía que cada parte del libro era tan verdadera como las sagradas escrituras. Desgraciadamente para él, un amigo al fin le dijo que se trataba de poco más que una ficción; que Robinson Crusoe no fue sino un marino escocés, de nombre Alexander Selkirk, y la sencilla historia de su naufragio en la isla de Juan Fernández había sido embellecida y ampliada, en la narración que él tanto admiraba, por un ingenioso autor, Daniel Defoe. «Su información, señor», dijo el concejal, «puede que sea muy exacta, pero ojalá se la hubiese guardado; pues, al desengañarme, me priva de uno de los grandes placeres de mi vejez».
The Percy Anecdotes, Collected and Edited by Reuben and Sholto Percy, 1868
Arthur Rackham
(2)
Swift estaba encantado con el revuelo que originó la publicación de los Viajes de Gulliver, y escribió alegremente desde Dublín a Pope sobre algunas de las primeras reacciones a su libro. Entre los comentarios menos favorables que podía citar, se contaban los de un apócrifo y real obispo irlandés, quien dijo que «el libro estaba repleto de improbables mentiras y que, por su parte, apenas creía una palabra de él».
The Correspondence of Jonathan Swift, ed. Harold Williams, 1963
Traducción de niki
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