miércoles, 29 de abril de 2015

the warm singing style of jeri southern — the complete decca years 1951-1957, cd 1




Orchestra Conducted by Camarata
1. You Better Go Now
2. Baby Did You Hear?

Orchestra Conducted by Sy Oliver
3. Give Me Time
4. I Thought Of You Last Night
5. What Good Am I Without You?
6. Something I Dreamed Last Night

Orchestra Conducted by Victor Young
7. A Mighty Pretty Waltz
8. When I Fall In Love
9. Call Me Tonight

Orchestra Conducted by Norman Leyden
10. Forgive And Forget
11. The Ruby And The Pearl
12. Dancing On The Ceiling
13. Querida

Orchestra Conducted by Lew Douglas
14. I Saw You Again
15. Just Got To Have Him Around
16. Weep For The Boy

Orchestra Conducted by Camarata
17. You Said
18. Autumn In My Heart
19. Speak Softly To Me
20. That Ole Devil Called Love

Dave Barbour Trio
21. Miss Johnson Phoned Again Today
22. The Very Thought Of You
23. Cabin
24. I'm In Love With The Honorable Mr. So-And-So


The Warm Singing Style Of Jeri Southern — The Complete Decca Years 1951-1957, CD 1

jueves, 23 de abril de 2015

que trata de lo que verá el que lo leyere o lo oirá el que lo escuchare leer


Don Quijote y Sancho Panza
Ilustración de Mingote


Un hombre bajo, con vozarrón y barba de chivo, empezó la lectura del Quijote.

Entre la concurrencia silenciosa, nadie había reparado en un muchacho de hasta dieciséis años de edad, con el pelo azul y un pendiente de plata. Se llamaba David, pero eso importa poco a nuestro cuento.

Dos razones suficientes (la pereza y un periódico) lo condujeron a aquella sala abarrotada de «distintas personalidades del mundo de la cultura y la política». No había tenido tiempo de leer el tocho. Y, aunque le habían pasado tres o cuatro vídeos de la serie, sus posibilidades en el examen eran casi nulas. El cielo se abrió de repente para él: un artículo en EL PAÍS anunciaba la lectura pública de la gran obra, a lo largo de dos jornadas, en el Círculo de Bellas Artes.

Bien podía gastar cuarenta y ocho horas, se dijo, en que le leyeran el Quijote. Esas cuarenta y ocho horas le parecían un regalo. Había juzgado, considerando a solas en su habitación el lomo del libro, que leerlo no sería tarea ardua: bastaría para ello con ser inmortal.

El de la barba de chivo cedió la antorcha, y otro la recogió. Los lectores, famosos o anónimos, subían al estrado y bajaban, prestando voces diversas al río de la obra.

«Qué bien lee», oía a veces el muchacho; o «Qué mal recita, qué horror».

La lectura iba jalonada de palabras misteriosas, y el eco las transformaba en sonidos recios o delicados: cristel, horcajadura, adarga, tercería, aljamiado. Nuestro castellano fue una vez una lengua rica. ¿No habría sido buena idea leer las notas a pie de página, aun a costa de emplear otra jornada?

El muchacho se esforzaba por comprender, pero cierta actriz de rostro agraciado podía distraerlo, y entonces perdía la cuenta del yelmo de Mambrino y el asno de Sancho; y no recordaba si la cueva de Montesinos era sueño o verdad.

Un poeta no consagrado, un militar en la reserva y un hombre de la calle mirábanse de soslayo y lidiaban por leer el discurso de las Armas y las Letras. Se adelantó y venció el hombre de la calle.

A medida que avanzaba la historia, el muchacho olvidaba los episodios. Del eterno diálogo entre caballero y escudero, conservaba como talismanes los repetidos apóstrofes: amigo Sancho, Vuesa Merced.

La invención y la fuerza, en los pasajes memorables, hacían decir a un rostro inteligente: «Cervantes lo escribió; yo, ya no podré». En los lugares anodinos y ante las ocurrencias infelices, el mismo rostro parecía afirmar: «Cervantes, a veces, también dormía».

Así llegó la noche segunda, con luna blanca sobre la ciudad. Leyóse la última frase, y la lectura pública del Quijote terminó entre aplausos y felicitaciones.

David abandonó el Círculo de Bellas Artes pensativo y solo.

Su profesor, un caballero (según lo veía él ahora) de figura triste, les había dicho que privarse de leer el Quijote era como someterse a una especie de extraño ascetismo. Él se había sometido a otro más extraño aún: asistir, durante cuarenta y ocho horas, al vario y confuso recitado de la obra.

Cuando llegó por fin a casa, no tenía sueño. Encerróse en su habitación y contempló el volumen blanco, con las figuras pintarrajeadas del caballero y el escudero, y los molinos al fondo. Abrió el libro por el mote Post Tenebras Spero Lucem, la Tasa y la Dedicatoria, y empezó a leer.


Un cuento de niki

lunes, 13 de abril de 2015

detalles del románico segoviano


Capitel en la galería porticada de la iglesia de San Miguel (Sotosalbos)



Arco geminado en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (Caballar)



Relieves en el ábside de la iglesia de Santiago (Turégano)



Portada de la iglesia de San Pedro (San Pedro de Gaíllos)


Fotos de niki

martes, 7 de abril de 2015

en el centro de arte de alcobendas


Perforaciones [Negro espacio de luz], 2014
Ruth Morán



Acuarela [Butterfly], 2010
Carlos Garaicoa



Ideological Graffiti [from "The Good Life"], 2010 
Carlos Motta



Young Girl Sewing, after Hammershoi, 2006
Vik Muniz


Fotos de niki

jueves, 2 de abril de 2015

burl ives: lavender blue




1. The Doughnut Song
2. Blue Tail Fly
3. I Know My Love
4. Lavender Cowboy
5. The Big Rock Candy Mountain
6. The Little White Duck
7. The Goat And The Train
8. Mr. Rabbit
9. The Fox
10. It Makes No Difference Now
11. Cowboy's Lament (Streets of Laredo)
12. I've Got No Use For Women
13. Lavender Blue (Dilly Dilly)
14. Venezuela
15. I'm Thinking Tonight Of My Blue Eyes
16. On The Grand Canyon Line
17. Sweet Betsy From Pike
18. Mr. Froggie Went A-Courtin'
19. Rodger Young
20. Foggy, Foggy Dew
21. Little Mohee
22. Frankie And Johnny
23. The Riddle Song
24. Riders In The Sky (A Cowboy Legend)
25. I'm Goin' Down The Road


Burl Ives: Lavender Blue 

Songs Of Charm, Humour And Sincerity